PEDALEANDO POR LA IGUALDAD 150 años de lucha en bicicleta

Subidas sus altos sillines, mirando de reojo a los anonadados viandantes, pero con el rumbo firme apuntando al lejano horizonte, debieron parecer valkirias desafiando el peligro. Sus cabellos recogidos con horquillas, sus manos firmes, agarrando el manillar, su espalda erguida, sus largas faldas medio arremangadas, su respiración algo entrecortada por el esfuerzo, y sus ojos brillantes, de mirada intensa, regalando una expresión de plena felicidad… se las veía por todas partes, desoyendo prohibiciones, consejos, insultos, advertencias… y fue precisamente su obstinación, lo que les confirió un aspecto mil veces más temible.

El siglo XIX se despedía con aires de cambio. Expresiones como «igualdad», «libertad», «sufragio femenino», sonaban en las reuniones, en los cafés, en los desfiles y en las plazas de las grandes ciudades. En la vieja Europa, la batalla del divorcio se ganaba en Reino Unido en 1857 y el movimiento sufragista arrancaba en 1866 con la presentación ante el parlamento británico de una petición firmada por 1.499 mujeres exigiendo la reforma del voto y otros avances decisivos para la mujer, como la apertura de las aulas de las universidades de Oxford y Cambridge a las estudiantes femeninas, o las nuevas oportunidades profesionales en ramas como la enfermería o la docencia.

La bicicleta se integró en la revolución feminista y en las tácticas de campaña utilizadas por el movimiento de sufragio organizado. «Pedalear por el sufragio», se convirtió en una proclama clave que se extendió como la pólvora. De esta forma, el ciclismo pasó, de ser una actividad recreativa, a adquirir un significado reivindicativo contra las ataduras de la época victoriana. Dicho de otro modo, las bicicletas se convirtieron en sinónimo de liberación y de igualdad. En palabras de la célebre sufragista Elizabeth Cady Staton: «la bicicleta es una herramienta que motiva a las mujeres a ganar fuerza y a asumir mayores roles en la sociedad».

Así arranca el capítulo dedicado a las PIONERAS DE LA BICICLETA en el libro publicado por Ediciones Casiopea: REINAS DE LA CARRETERA, un homenaje a las primeras luchadoras por el derecho a pedalear, a las viajeras en moto o en achacosos vehículos con los que circunvalaron el planeta. PILAR TEJERA, ha desempolvado historias de mujeres que abrieron el camino a las generaciones venideras.

 

FRANCES WILLARD: «COMO MONTAR EN BICICLETA»

 

La luchadora por los derechos de la mujer, Frances Willard estaba, a mediados de siglo XIX en la cúspide de su poder e influencia como líder del movimiento de reforma social de la mujer. Su vida se hallaba centrada en las enmiendas decimoctava y decimonovena a la Constitución de los EE.UU. Como presidenta nacional de la Unión Cristiana de la Mujer (WCTU), una poderosa organización expandida por todo el país con miles de seguidoras, guiaba sus pasos bajo la consigna: «hacer de todo» para el WCTU.

En sus charlas, animaba a sus miembros a participar en una amplia gama de reformas sociales a través grupos de presión. Cuestiones como la edad de consentimiento para tener relaciones sociales, las mejoras laborales para la jornada de ocho horas de trabajo, la reforma penitenciaria, el socialismo cristiano, o los derechos de la mujer, ocupaban la mayor parte de las horas de su vida. Con los años, había ido ocupando importantes puestos en organizaciones feministas y fundado algunas de ellas.

Corría la década de los 80’ y las bicicletas ya eran populares y representaban un salvoconducto hacia la emancipación de la mujer. Así que cuando su médico le recomendó hacer algo de ejercicio, Willard vio en ello la excusa perfecta para aprender a dominar el vehículo que las luchadoras por la igualdad, habían erigido en su símbolo.

A sus 53 años, se sintió excitada ante el desafío. Esperaba, con su ejemplo, contribuir a que la mujer fuera vista por los hombres como un igual. «Lo que me hizo triunfar con la bicicleta fue precisamente lo que me permitió obtener cierto éxito en la vida. Aquella que logre dominar la bicicleta ganará el dominio de la vida». Su libro: «Cómo aprendí a montar en bicicleta: reflexiones de una mujer influyente del siglo XIX», fue un éxito de ventas. Miles de mujeres que ansiaban sumarse a la moda de la bicicleta, vieron en él la respuesta a sus esperanzas.

 

UNA LUCHA SIN CUARTEL

 

La gran pregunta que estuvo en boca de todos fue: ¿podría la bicicleta ayudar a crear una nueva era de igualdad entre hombres y mujeres? Las cosas no están fáciles. En 1879, cuando la Universidad de Cambridge, en Inglaterra abrió las puertas a la mujer, los estudiantes masculinos protagonizan una encarnizada protesta alzando una marioneta de una mujer subida a una bicicleta. Sufragistas como María E. Ward, la fotógrafa Alice Austen, a quien se la veía pedaleando por Nueva York equipada con su cámara de 22 kg. de peso y que a lo largo de su vida tomó 8.000 imágenes de inmigrantes, trabajadores, estibadores y gentes de la calle, Susan Brownell Anthony, la activista estadounidense de los derechos de la mujer, Marie Curie, que decidió disfrutar de su luna de miel a golpe de pedal, Amelia Bloomer, diseñando los famosos bloomers o bombachos para pedalear, la luchadora por la igualdad Millicent Garrett Fawcett, una de las miles de inglesas que aprendieron durante la locura desatada por la bicicleta en los años 90’, y que se propuso demostrar, además, que la mujer era capaz de desplegar estilos de conducción más elegantes y dignos que los de sus contrapartes masculinos, fueron algunos de los nombres que se hicieron famosos en aquella lucha.

 

La apertura del Primer Carril Bici del mundo en 1894, en Brooklyn, New York, la historia de Annie Londonderry, la primera mujer en dar la vuelta el mundo en bicicleta, o de Fanny Bullock Workman, que pedaleó numerosos destinos en el s XIX, entre otros, España, son recogidos también en el capítulo dedicado a la bicicleta en este libro con sabor Vintage.

 

Jesus Roldan

Copywriter con experiencia y conocimiento en el mundo del ciclismo y sus diferentes variantes.

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